Por: Federico Arreola
@FedericoArreola
La joven Martha Solís, @solisgm9 en Twitter, ha hablado en su videocolumna de un tal Jim Messina.
Este ciudadano de Estados Unidos, que podrá ser desconocido para muchos de nosotros, no es cualquier tipo. Se trata de un verdadero experto en asesorar políticos.
Al señor Messina el gobierno de México le hizo una sencilla, pero al mismo tiempo extraordinariamente compleja pregunta: ¿Qué debe hacer el presidente Enrique Peña Nieto para superar sus crisis de imagen provocadas por la tragedia de Iguala-Ayotzinapa y por la revelaciones periodísticas relacionadas con la famosa Casa Blanca?
El experto, que ha asesorado a gente tan importante como Barack Obama y la familia Clinton, dio una respuesta muy sencilla pero sin duda de implementación complicadísima: Realizar cambios importantes en el gabinete presidencial, y después de los cambios pronunciar un gran discurso, en el que Peña Nieto abandone los formalismos para sincerarse, pero no para disculparse, solo para admitir con franqueza que ha habido fallas y comprometerse a que las cosas, con otras personas a su lado, empezarán a ser distintas.
En su videocolumna, Martha Solís precisa que fueron fuentes de alto nivel las que confirmaron a SDPnoticias que tal había sido la recomendación de Messina.
Ayer, en Milenio, Joaquín López-Dóriga comentó que la de mañana viernes “será la primera reunión de 2015 del gabinete presidencial que, insisto, para al menos dos sería la última”.
Que se vayan dos integrantes del gabinete significaría en mi opinión un notable avance, es decir, una forma de empezar a aplicar el remedio aconsejado por Jim Messina, que por cierto ha sido prescrito por casi todos los analistas mexicanos.
Si lo que dice López-Dóriga es cierto –sigo el análisis de Martha Solís–, el presidente y su entorno más cercano cambiaron de opinión, ya que al principio no gustó la recomendación de Messina.
Al principio, es decir, en cuanto la formuló, en el gobierno de México no se aceptó la tesis planteada por el experto estadounidense porque, en Los Pinos, no se pensaba que la imagen de EPN estuviera en medio de una tormenta, sino solo en zona de turbulencia.
Como dice Martha Solís, “no es lo mismo volar en la tormenta que en la simple turbulencia. La turbulencia desaparece tan repentinamente como llega. De la tormenta hay que maniobrar con gran cuidado para abandonarla”.
Pienso que el presidente de México está en medio de una verdadera tormenta. No provocó Peña Nieto el huracán. Lo heredó, sin duda. Y ha trabajado, sobre todo con las reformas estructurales, para que los futuros gobiernos de la República no vuelvan a navegar en mares tan agitados que solo impiden el avance de los proyectos de desarrollo. Pero su responsabilidad inmediata es salir de la zona afectada por el mal tiempo.
¿Cómo se abandona una tormenta que nos atrapó en medio del trayecto previamente fijado? Cambiando momentáneamente de rumbo, para volver al camino original posteriormente, esto es, cuando las condiciones climáticas mejoren. En el caso del gobierno de México, además de modificar la dirección el presidente Peña Nieto debe reemplazar a algunos tripulantes.
Debe hacerlo porque, de lo contrario, en algún momento la culpa dejará de ser de los malos marineros y tendrá que asumirla completa el capitán de la nave.
Si lo que dice López-Dóriga es cierto, significa que Peña Nieto aceptó al fin que la turbulencia en la que creía estar ya casi es tormenta –en mi opinión lo es desde hace meses–, por lo que resulta imprescindible cambiar de rumbo y de tripulación, sobre todo en este año electoral, en el que los partidos y políticos de oposición, sobre todo Morena y López Obrador, lanzarán toda su propaganda contra Peña Nieto. Y por ley tendrán capacidad propagandística de sobra para golpear brutalmente al presidente.
Sin duda, le urge al presidente un golpe de timón.