El nuevo rostro de la oposición venezolana

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Foto: El Nacional - GDA Torrealba dice que la oposición en Venezuela ha entendido que hay que actuar con un margen de acuerdos.

El nuevo secretario general de la coalición de partidos de la oposición venezolana se llama Jesús Torrealba, pero todos le llaman ‘Chúo’. Un exceso de confianza al que pocos se resisten pues se asocia su imagen con la de un periodista y activista social accesible, llano, comprometido desde hace años a mostrar la realidad de los barrios venezolanos en su elemental crudeza.

Al “hijo de la señora Marina” –como le gusta presentarse– la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) le confió la delicada misión de ayudarla a recomponerse tras una crisis sufrida este año, que dejó atomizado su liderazgo y mermada su capacidad de acción.

¿Cómo está la oposición, sobre todo después de las protestas de febrero y ‘La Salida’ (movimiento de protesta callejera) que fracturó a la MUD?

Hay un momento en el país muy importante más allá de las diferencias dentro de la oposición o con el gobierno: estamos en presencia de una crisis nacional y la oposición está en estado de necesidad. Es decir, más allá de que quisiera o no andar unida o resolver la congruencia de sus liderazgos, el país le exige a la oposición que reme en una misma dirección y esté a la altura de la crisis.

¿El liderazgo, repartido en facciones como Henrique Capriles, María Corina Machado o Leopoldo López, está entendiendo esa necesidad aunque no estén cerca las elecciones presidenciales?

Entiendo que hay un proceso de asunción cada vez más serio de este sentido de urgencia. De hecho antes de mi designación, por unanimidad, en un documento del 26 de agosto también se aprobó por unanimidad el objetivo político de la alianza y la estrategia para alcanzarlo.

Claro que no queda resuelto el tema de las diferencias, pero el liderazgo es la diferencia básica en una colectividad política y eso siempre va a estar en disputa sobre todo en una comunidad plural y democrática.

Ahora, lo importante es definir cómo será esa pugna por el liderazgo. Si se da bajo el paraguas de una estrategia común será una competencia virtuosa, más eficiente. Eso no lo tuvimos el primer trimestre de este año.

Incluso se hicieron públicas las diferencias entre Primero Justicia (Capriles) y Voluntad Popular (López) en actos políticos que dejaron a la deriva a la oposición en un momento crucial. ¿Se puede hoy pasar la página de esas asperezas?

Estamos en un punto en el cual la oposición ha comprendido que para estar a la altura de esta hora hay que actuar con un margen de acuerdos no sólo formales sino efectivos.

Además de mi designación y la estrategia común hemos emitido acciones –como suspender la marcha por el asesinato del diputado Robert Serra– con amplio consenso, y bajo el paraguas de una estrategia común va aumentado la fuerza y la coherencia. Ahora, sinceramente, esa dinámica debe ser reforzada por la vigilancia de la ciudadanía.

Se le reclama a la oposición que no ha sabido capitalizar el gran descontento que hay.

¿Cuál fue la conducta del fascismo en Italia, de Hitler en Alemania? Esa fue una forma de capitalizar el enorme descontento social. El fascismo y el nazismo surgieron en países muy cultos al calor de una crisis económica muy grande y de un deterioro de la convivencia social y de la gobernabilidad política.

Ahora, ¿cómo se planta una fuerza democrática ante estos mismos dilemas? Desde 1998 hasta el 2006 el proyecto autoritario dirigido por Chávez obtuvo victorias claras e importantes, pero desde el 2007 al 2012 empezó el deterioro del favor popular para ese proyecto, aún con Chávez vivo, y en los últimos 15 meses tenemos un gobierno que no es un gobierno sino una catástrofe.

El descontento ha crecido de manera tan explosiva que la oposición ha tenido problemas para capitalizarlo y transformarlo en energía de cambio, y ese es el reto porque no podemos transformarlo como se hizo en Italia y Alemania sino en la sumatoria de la oposición con el chavismo que se siente estafado.

La oposición parece aglutinarse solo en momentos electorales, ¿qué pasa fuera de estos escenarios?

A eso responde nuestro Plan Nacional de Movilización. Creemos que los momentos electorales son muy importantes, pero son por definición tiempos de cosecha, de zafra, y si no siembras no puedes cosechar nada.

La siembra para una fuerza democrática se produce en la lucha del día a día, en el acompañamiento a estos sectores sociales que están siendo golpeados por las políticas del gobierno.

Tenemos al menos 30 años de crisis, pero en los últimos 15 se ha agudizado mucho, paradójicamente los años en que más ha habido dinero en este país. Formar parte de la protesta y la propuesta de esos sectores pobres y los nuevos empobrecidos es un elemento central de la estrategia política. Vamos por la comunicación “pueblo con pueblo”.

Y para ese acompañamiento lo escogieron a usted. Se ha dicho que su selección se debió a que a la oposición se le ve desconectada de los barrios y los sectores populares…

Pienso que mi nombramiento es la respuesta a dos realidades: por un lado a la realidad de que el gobierno ha abandonado a los sectores populares. El gobierno nunca tuvo una presencia política activa –no por parte del Partido Socialista Unido de Venezuela– en los sectores populares, de lo que había presencia era de la gestión social del Estado y en estos 15 años de abandono se ha corrompido muchísimo más que la antigua clase política en cuatro décadas.

Lo segundo: creo que los partidos de oposición han tomado conciencia de que deben dar relevancia a sus militantes presentes y con años dentro de la lucha social. Creo que mi designación sí puede representar la cuota inicial para vincular liderazgo político partidista con liderazgo social.

¿La oposición es mayoría hoy en Venezuela?

Yo creo que la polarización es una nostalgia. Hablar de dos bloques de país enfrentados de magnitudes más o menos similares es un discurso del pasado, eso ya no existe.

Lo que tenemos es un gobierno que presenta altísimos niveles de rechazo, un 80 por ciento del país rechaza su política económica y un 60 por ciento establece en el gobierno una responsabilidad directa por la crisis nacional. Eso no se transforma de manera automática en apoyo a la oposición, pero tenemos a la dirección política del oficialismo en proceso de separación de su base social y la de la oposición en búsqueda de que su base incluya a ese chavismo descontento.

Es un juego muy distinto al del pasado reciente. Estamos pasando de la confrontación estática de dos bloques a una realidad marcada por el movimiento, y frente a esa nueva realidad me temo que la cúpula del oficialismo está recurriendo al viejo expediente de la repolarización como un chantaje para el pueblo chavista.

Pero se ha dicho que a pesar del agresivo discurso oficial el gobierno está haciendo concesiones o gestos ‘debajo de la mesa’ como el pago de algunas de sus deudas con privados o la medida humanitaria otorgada al excomisario Iván Simonovis…

Para actuar así hay que tener liderazgo. El señor Chávez hacía cosas como esas, un gesto en una dirección, un discurso incendiario versus alguna práctica conciliadora, pero ¿qué ocurre cuando haces cosas como esas sin tener el liderazgo? Terminas anulándote a ti mismo.

El caso Simonovis es un ejemplo importante. Le otorgan la medida humanitaria y el mismo día advierten que lo van a regresar a la celda cuando se recupere. Tiene tan poco liderazgo el señor Maduro que es incapaz de decirle a su base: estamos haciendo este gesto porque se inscribe en esta política o en esta estrategia.

Maduro dice una cosa, a los cinco minutos dice lo contrario, entonces qué resulta de eso, el desorden total, la anomia. La absoluta incapacidad de conducir ya no al país sino a su fuerza política. Por eso es importante que quienes acompañan la realidad venezolana, los embajadores, la Unasur, el Nuncio Apostólico también observen cómo ante esta situación de deshilachamiento del chavismo su cúpula esté optando por la repolarización a partir del discurso violento y del uso de la violencia como sustituto de la política.

El nuevo secretario de la Unasur, Ernesto Samper, acompañó hasta cierto punto ese discurso al estimar en menos de 24 horas que el asesinato de Serra estaría vinculado con ‘el paramilitarismo colombiano.

Sus declaraciones fueron desafortunadas y ligeras. No parece haber entendido aún las dimensiones de su nuevo cargo y responsabilidad. Pero creemos que en esas situaciones debemos buscar el bien existente en el mal aparente. Esa desafortunada declaración motivó la reacción de la cancillería colombiana y pueden ayudarle a Samper a ubicar los rieles de su gestión. Apreciamos los esfuerzos internacionales que se han hecho para ayudarnos, sabemos que nadie quiere que ocurra una confrontación abierta en nuestro país.

El gobierno parece prepararse para ese escenario pues aprobó la semana pasada la creación de una ‘Fuerza de Choque’ que no aparece en la Constitución…

Justamente, ese tipo de cosas hace más obligante que se redoblen los esfuerzos para que se induzca la solución política. No hay nada más peligroso que una hegemonía menguante. Estructuras políticas que llegaron a tener mucho poder empiezan a perder el favor popular y ahora intenta sustituir ese favor mediante trucos administrativos o mediante represión abierta o encubierta. Ese es el caso venezolano. Debemos recordar que en el presidente Chávez amplios sectores no confiaban en él como un político sino como un santo. Fue una época en la que además contó con todos los recursos para hacer una verdadera transformación, pero eso fue hace ya diez años y todavía hay un chavismo que sigue viéndose en esa fotografía. Eso ya no es así.

VALENTINA LARES MARTIZ

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