El reto es para republicanos

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CIUDAD DE MÉXICO.- Una duda asalta hoy a los estadunidenses y en especial a los republicanos: ¿Los integrantes de la nueva mayoría en las dos cámaras del Congreso están preparados para gobernar? El que los republicanos formen la nueva mayoría legislativa no resta importancia a las preocupaciones de muchos, especialmente republicanos que según la cadena de periódicos McClatchy ven con preocupación lo que pueden hacer sus correligionarios en el Poder Legislativo.

Después de todo, analistas del calibre de Thomas Mann, de la Institución Brookings, y Norman Ornstein, del American Enterprise Institute, no tuvieron problema para hablar del Congreso como la “rama rota” del gobierno estadunidense y señalar específicamente a los republicanos como responsables en gran medida de sus problemas.

Ciertamente hay generalidades que son o pueden ser tranquilizantes. Los estadunidenses quieren un gobierno “que funcione con eficiencia y responsabilidad, con competencia y propósito”, afirmó el senador Mitch McConnell al anunciar los propósitos de la nueva mayoría republicana en la Cámara alta del Congreso de su país.

El señalamiento de McConnell es un reconocimiento de la necesidad de cooperación entre el Ejecutivo y el Legislativo para el buen funcionamiento del gobierno estadunidense, criticado como disfuncional debido a la polarización política y a la irritación personal de muchos republicanos hacia Obama.

La gran ironía es que el legislador que el miércoles convocó a cooperación en las tareas de gobierno es el mismo que el año pasado era responsabilizado de obstaculizar al trabajo de la Casa Blanca en el Congreso y hace cuatro prometía hacer de Obama un Presidente de un sólo término.

Hoy convoca a una postura bipartisana en beneficio del país. Pero el único cambio de noviembre acá, es que los republicanos controlan el Congreso por completo, no sólo la Cámara de Diputados.

En 2015, los republicanos pueden alegar que la elección de noviembre los puso al mando del Congreso. Pero, de acuerdo con medios como The Washington Post, eso los pone ante la necesidad de probar que no sólo pueden lanzar bombas (políticas) sino también una verdadera opción de gobierno.

Tras las elecciones de noviembre último, los republicanos tienen 54 de cien senadores y 246 de 415 diputados, suficientes para sobreponerse a sus rivales en el proceso legislativo. Pero Obama tiene la herramienta de veto presidencial, que evitará que las propuestas del Congreso republicano entren en vigor a menos que logren convencer a por lo menos 25 diputados y seis senadores demócratas. Difícil, y mucho, pero no imposible.

Pero la pregunta en el mundo político estadunidense se refiere a la capacidad de los republicanos para gobernar, sobre todo cuando hay unos 80 diputados y media docena de senadores más preocupados por ideología y la opinión de los extremistas “partidos del té” que por convencer al resto de la población.

Y de acuerdo con la cadena de periódicos McClatchy, esa es la preocupación entre los republicanos.

Por lo pronto, algunos miembros de la nueva mayoría anunciaron ya su intención de tratar de echar atrás iniciativas presidenciales como la reforma de salud, el alivio migratorio o cerrar el gobierno y negar fondos a departamentos (secretarías) como la de Seguridad Nacional.

Lo contrario implica concesiones y negociación, una visión rechazada por muchos de los votantes republicanos que acudieron a las urnas el cuatro de noviembre de 2014.

Pero como indicó el propio McConnell antes de las elecciones, parte de su problema será no “espantar” a los votantes.

“No quiero que los estadunidenses se sientan asustados de agregar un Presidente republicano a un Congreso republicano”, comentó en diciembre pasado al destacar que el ciclo político ahora se refiere a los comicios presidenciales de 2016, que atrae a votantes que no asisten normalmente a los comicios legislativos.

Y ahí es donde el juego político con la Casa Blanca puede complicarse.

De acuerdo con analistas como Bill Schneider, del grupo Third Way (Tercera Vía), cada uno de los cien senadores y 435 diputados son “empresarios políticos individuales” que se sienten iguales al Presidente.

La diferencia sin embargo es que el Presidente, en este caso Barack Obama, habla a nombre de Estados Unidos y cada senador, por su estado, mientas cada diputado por su distrito. Son iguales, pero no tan iguales.

Desde el principio de la república estadunidense, hay una pugna de poder entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo, una que acompaña también el debate sobre el papel del gobierno federal. Y eso incluye de manera sobresaliente al Presidente, una figura que adquirió una creciente prominencia a costas del congreso.

Lo complicado es que para muchos analistas, incluso Howard Finneman, los estadunidenses “desconfiamos de la autoridad, pero no podemos vivir sin ella… necesitamos líderes, pero los resentimos”.

La llegada de los republicanos a la mayoría en las dos cámaras del Congreso llenó la prensa estadunidense de augurios dramáticos para los últimos dos años del gobierno de Obama, que entre martes y miércoles amenazó con vetar tres propuestas de ley anunciadas por sus opositores. Los tres anuncios fueron más que los emitidos en sus primeros seis años de gobierno…

“En vez de ver hacia dentro de la institución y sus deberes, negociar con los otros, los miembros del Congreso ven hacia fuera, hacia la Casa Blanca, la maquinaria de partido y sus donantes… el resultado es arrogancia, avaricia, venalidad, condescención hacia la minoría y un Congreso capaz de hacer sólo dos cosas; aprobar el programa de un Presidente o bloquearlo”, consignó Finneman a su vez.

Finneman y otros analistas aluden a lo que califican como concesión de poder hecha por el Congreso durante las últimas tres décadas, o así, cuando las mayorías de uno y otro partidos fueron cada vez más deferenciales hacia los presidentes, especialmente los de los propios partidos.

“Primero los demócratas, luego los republicanos, cedieron poder que no era de ellos para dar, especialmente después de que los republicanos ganaron control de la Casa Blanca y las dos cámaras del Congreso en 2000”, recordó Finneman, destacado reportero político que actualmente encabeza el sitio AOL-Huffington Post.

En su libro The Thirteen American Arguments (Las trece discusiones estadunidenses) sobre los temas no resueltos por la legislación estadunidense, Finneman aseguró que el gobierno de ese país funciona mejor cuando el Ejecutivo y legislativo protegen sus respectivas funciones, prerrogativas y forcejean, o colaboran con el otro.

En ese marco, cuando el pasado miércoles el senador McConnell anunció las metas de la nueva mayoría en la Cámara alta del Congreso estadunidense no hubo sorpresas: confirmaba de hecho las expectativas de una esperada confrontación entre poderes y los augurios sobre una parálisis del gobierno de EU.

Pero la situación también podría ser menos que lo esperado.

Si bien el inicio del nuevo Congreso, el martes pasado, estuvo rodeado de una combativa retórica por demócratas y republicanos y algunos legisladores de la nueva mayoría, en especial entre los considerados extremos, demandan y proponen piezas de legislación que afecten iniciativas del mandatario, es lo que se espera de ellos.

Una gran parte del rejuego político de los próximos dos años se dará en relación a lo que la mayoría legislativa haga, o pueda hacer, para detener, desmontar o reformar iniciativas existentes del Presidente, de la Reforma de Salud a las medidas administrativas sobre migración que Obama el 20 de noviembre, o el intento de restablecer relaciones diplomáticas con Cuba.

La Casa Blanca y el Capitolio tienen una relación de competencia por el poder que en realidad es tan vieja como Estados Unidos. Los actuales legisladores no son los primeros y probablemente tampoco los últimos en quejarse sobre el poder de la “presidencia imperial”, la que gobierna por decreto a pesar de los deseos y la autoridad del Congreso.

De acuerdo con los más tradicionalistas, el Congreso es y debe ser la principal rama del gobierno. Sus poderes se encuentran determinados en el artículo 1 de la Constitución y de hecho no son sólo más sino mayores que los otorgados al Ejecutivo.

Pero con los años, el Presidente asumió una posición cada vez más central y algunos constitucionalistas se quejan de que la balanza se ha inclinado hacia la Casa Blanca.

“Se supone que (el Congreso) sea el sitio de inicio, pero el Presidente domina los medios, lo que quiere decir que domina el proceso”, dijo recientemente Chris Matthews, un acreditado periodista político que conduce un programa para la cadena MSNBC y en los 80 fue el principal asesor de medios del entonces presidente de la Cámara baja, el demócrata Thomas Tip O’Neill.

Los próximos dos años pueden ser el marco de choques entre una Presidencia crecida y un Congreso reintentado; pero también podría crear sorpresas: los republicanos tienen necesidad de mostrar que pueden gobernar, y Obama de dejar un legado.

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