Éramos pocos y parió la abuela: ahora los disciplinados suizos en la locura financiera

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Por: Federico Arreola

No sé en qué y cuánto –espero que en nada o muy poco– nos afecte lo que parece ser una metida de pata de las autoridades financieras suizas, que quizá no se equivocaron esta semana, pero que en el pasado, ¡por pasarse de serios y ortodoxos!, hicieron todo lo posible para llegar a la situación en la que ahora se encuentra el país helvético, que ha entrado abiertamente en zona deflacionaria y se acerca a la recesión.

Para entender las cosas, lo mejor es recurrir a un experto, Paul Krugman, economista destacado que al mismo tiempo es una celebridad por sus artículos en el New York Times y otros periódicos.

Krugman, premio Nobel de Economía en 2008, lo resume de esta manera: Mientras otros países “experimentan con políticas económicas radicales”, en Suiza, nación famosa por sus relojes y su moneda fuerte, “uno no se lleva sorpresas”… “hasta que se las lleva”.

El Banco Nacional Suizo sorprendió al mundo con dos medidas que han generado problemas y que podrían tener –ojalá no– consecuencias mucho más graves en el futuro: la primera, abandonar su política de un tipo de cambio mínimo de 1.20 francos por euro; la segunda, rebajar la tasa de interés de los depósitos bancarios, que ya era negativa, de -0.25% a -0.75%.

“Acto seguido”, ha dicho Krugman, “en los mercados estalló la tormenta”. Ya se verá a quiénes verdaderamente daña el vendaval.

Para el famoso economista, “hay buenos motivos para sentir un escalofrío de temor” y es que “las tribulaciones monetarias de Suiza son una ilustración en miniatura de lo difícil que es escapar del torbellino deflacionista que está arrastrando a gran parte de la economía mundial”.

Según Krugman, “las normas habituales de la política económica cambiaron cuando se desencadenó la crisis financiera de 2008”, el año en que “entramos en un mundo paralelo del que todavía no hemos salido”.

El articulista del New York Times afirma que “las virtudes económicas se han convertido en vicios”, como la disposición a ahorrar que ahora es “un lastre para la inversión”.

El franco suizo se ha puesto excesivamente caro. Demasiado. Sin duda lo van a pagar los exportadores, es decir, casi toda la trabajadora y disciplinada población de Suiza.

No se le desea el mal a nadie, pero lo de menos es que vayan a entrar en problemas económicos los suizos que venden productos –o servicios turísticos o bancarios– a extranjeros.

Y, con todo lo dramático que resulte para las familias que lo sufren, el problema que debe preocuparnos tampoco es el de las personas de distintos países europeos que pactaron sus hipotecas en francos. No es lo más delicado del asunto, pero se trata de un escándalo y una injusticia, evidentemente de otra estafa a los ciudadanos de Europa que ya no sienten lo duro, sino lo tupido de las malas noticias económicas que en forma directa les perjudican.

En Austria, alrededor de 150,000 hogares tienen préstamos, y no solo hipotecarios, en francos suizos. Los contrataron así por las bajas tasas de interés en Suiza y por la vieja, ahora inexistente, fortaleza del euro. Con lo que pasó esta semana sus deudas se incrementaron terriblemente y, bueno, ahora deben pagar mes a mes bastante más de lo que pagaban. En el mismo problema están ciudadanos de Hungría, Croacia, Rumanía, Polonia y hasta España. Si no se resuelve rápido, esta situación se traducirá en conflictos políticos porque la gente se organizará para no pagar. Y, si tendrán razón las personas que se nieguen a hacerlo –ya que, en más de un sentido, se les engañó–, lo cierto es que crecerá el apoyo a los partidos populistas como el español Podemos y el griego Syriza, que si imponen sus criterios de desarrollo económico solo harán crecer las dificultades.

El hecho, ni hablar, es que el problema verdaderamente grave no lo tienen las empresas suizas que venderán menos a extranjeros o las familias de otras naciones de Europa que deben en francos, sino, como dice Krugman, “lo que de verdad importa es la demostración de lo difícil que resulta luchar contra las fuerzas deflacionistas que ahora afectan a gran parte del mundo (no solo a Europa y a Japón, sino muy posiblemente también a China)”. La lección que están dando los suizos es que resulta “muy, muy importante no acercarse demasiado al borde de la deflación; uno podría caerse dentro, y luego es extremadamente difícil salir”.

De ahí que, para el economista del New York Times, esta sea “una de las razones por las que recortar drásticamente el gasto público cuando la economía está deprimida es tan mala idea: no solo por el costo inmediato que tiene en forma de pérdida de puestos de trabajo, sino también porque aumenta el riesgo de verse atrapado en una trampa deflacionista”. En México, hoy que se anuncian recortes para evitar que los males de la economía global nos afecten de más, valdría la pena analizar qué tan necesario resulta utilizar las tijeras o cuánto tiempo puede posponerse esta medida.

Krugman recomienda, además, ser extremadamente cautos al subir las tasas de interés cuando la inflación está en niveles bajos. Lo menciona porque en Estados Unidos hay “gente seria” pensando en empezar a elevar las tasas muy pronto. El citado autor pide a los estadounidenses aprender de la experiencia de los suizos, que durante tanto tiempo han sido cuidadosos: “llevan generaciones preservando la fortaleza de su moneda. Y ahora están pagando el precio”.

Moraleja: en economía las cosas van mal cuando se hacen las cosas mal; pero inclusive si se hacen las cosas bien, como en Suiza, algo termina por fallar. En temas económicos, como en las relaciones sentimentales, “uno no sabe nunca nada”, como dice el sabio bolero.

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