Identifican en la momia del Hombre de los Hielos vestigios de bacterias que minaron su salud

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Frank Maixner. (Foto: EURAC)

Una nueva investigación sobre un hombre de identidad desconocida, apodado Otzi, cuyo buen estado de conservación tras varios milenios ha permitido averiguar muchas cosas sobre él desde que su cadáver fue descubierto, aporta nuevos datos sobre su estado de salud en los últimos años de su vida.

Otzi, también apodado el Hombre de los Hielos, fue descubierto en 1991, en el sur del Tirol, a 3.210 metros por encima del nivel del mar. El individuo falleció alrededor del año 3.300 a. de C. y se conservó como una momia congelada desde entonces. Se trata por tanto de un ejemplar inusualmente bien preservado de humano del Neolítico Tardío. En la fecha de su muerte, Otzi medía alrededor de un metro con sesenta centímetros de estatura, era de ojos marrones, llevaba barba, contaba con bastantes canas grises, pesaba unos 50 kilogramos y tenía unos 45 años de edad.

Los cuerpos humanos son la mejor fuente de información fiable para estudiar las condiciones de vida de seres humanos en el pasado. Por eso, Otzi ha sido objeto de diversos exámenes científicos. Y no sólo con fines arqueológicos, sino también por la importancia que tiene indagar sobre la evolución de cualquier enfermedad humana a lo largo de un periodo de tiempo tan extenso.

En el estudio más reciente sobre Otzi, el equipo de Frank Maixner y Giovanna Cipollini, del Instituto de Momias y del Hombre de los Hielos, adscrito a la academia EURAC en Bolzano, Italia, así como Anton Thomma, Stefanie Widder, Thomas Rattei y Albert Zink, del Departamento de Microbiología y Ciencia de Ecosistemas en la Universidad de Viena en Austria, ha descubierto vestigios de un patógeno oportunista en una muestra de tejido de Otzi obtenida mediante biopsia.

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