La riqueza caribe, en el Museo Tairona

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Foto: Efe Quinientos sesenta objetos, entre piezas arqueológicas prehispánicas, objetos etnográficos y coloniales, hacen parte de la exposición.

La figura del hombre murciélago y el vuelo nocturno de las placas aladas son dos de las joyas de orfebrería precolombina del Museo del Oro Tairona, que reabrió sus puertas con la riqueza cultural del Caribe colombiano.

Esta galería, sede del Museo del Oro, del Banco de la República, recorre tradiciones de los antiguos habitantes de la sierra nevada de Santa Marta, escenario del desarrollo de comunidades indígenas de pescadores, artesanos y orfebres con 2.000 años de historia.

Desde 1980 hasta el 2008, la Casa de la Aduana, con más de 300 años de antigüedad, fue sede del Museo. Pero, ante el deterioro del inmueble, por el tiempo y la humedad, fue sometido a una restauración, que duró seis años.

La semana pasada, esta auténtica casa colonial, testigo del pasado de la ciudad y de los últimos días del Libertador Simón Bolívar, volvió a abrir puertas como museo.

A lo largo de su historia, esta edificación, de dos pisos y balcones de madera, declarada monumento nacional en 1979, fue cuartel de piratas, hotel y sede de grandes compañías, recordó el director del departamento de infraestructura de la obra, Luis Francisco Álvarez.

El museo ofrece una colección de 565 objetos, entre piezas arqueológicas prehispánicas, objetos etnográficos y coloniales, hallados durante las excavaciones del edificio. En la sala Sociedades Prehispánicas se exhiben tesoros de orfebrería, cerámica, concha y hueso. Con 470 piezas, plantea un paralelo entre dos períodos prehispánicos: el Nahuange, del 200 al 900 d. de C., y el Tairona, del 900 al 1.600 d. de C.

La sala etnográfica Magdalena narra la vida actual de las cuatro comunidades indígenas de este territorio (kogui, arhuaca o wintukua, wiwa o arsaria y kankuama) y muestra tradiciones que comparten, como la hoja de coca, los tejidos y los mamos (líderes que representan el principio del conocimiento).

La exhibición, que ocupa 1.226 metros cuadrados, se completa con las salas Historias, que recuerdan que el cadáver de Bolívar fue velado en ese lugar tras su muerte, el 17 de diciembre de 1830.

 

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